Kasemir Malevich, “Blanco sobre Blanco”
- Hisotria
- abr 20, 2013
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En medio de una sangrienta revolución social y política, una de las más crueles de la historia de la humanidad, con el final de la dinastía de los zares y el comienzo de una nueva forma de vida, surge en Rusia un genio que sigue dando que hablar después de más de un siglo de haber nacido.
Como la mayoría de los artistas de su tiempo, a sus inicios tuvo una fuerte influencia impresionista para evolucionar pronto hacia un primitivismo inspirado en los fauves semejante al de Fernand Léger. Influenciado (¿obligado?) y perseguido por el gobierno de no hacerlo, se inclinó hacia un nacionalismo pre-revolucionario tomando temáticas y formas de la cultura tradicional y la vida de los campesinos.
Es hacia 1912 cuando en su obra empieza a aparecer esbozos de un estilo mucho más interesante. Aun continúa con la temática tradicionalista pero ahora los objetos son reducidos a figuras geométricas, principalmente cilindros y esferas, con fuertes colores brillantes y metálicos.
Sería la antesala de su periodo cubo-futurista, donde nos encontramos con “El afilador de cuchillos” una obra importante donde funde la descomposición cubista de los volúmenes con el dinamismo futurista con sus espacios vectoriales y maquínicos. La unión dinámica entre el hombre y la máquina, una yuxtaposición de formas geométricas, de vivos colores que sería el principio de la abstracción geométrica al máximo y la economía visual, que derivaría en el suprematismo.
Un ejemplo interesante anterior al suprematismo es su etapa de pinturas alógicas, que sería la traslación directa de los ideales de la poesía alógica del futurismo ruso. El resultado formal es muy sencillo, se trata de la superposición de imágenes naturalistas sobre cubistas sin ninguna relación formal o compositiva. Una obra digna de revisar de este periodo es “Vaca y violín” de 1913.
En 1915 aparece el Manifiesto del suprematismo, la máxima aportación al arte de Malevich. Por suprematismo se entiende la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas. Es la abstracción llevada al límite posible, es el último eslabón de la síntesis de la forma y el color iniciada con el cubismo.
Se presenta como el nacimiento de una nueva pintura, en la que el arte ya no depende de la representación de los objetos de la naturaleza, sino que ‘era un fin en sí’, que era puro, que no tenía contenido alguno, siendo sólo forma o color.
Los suprematistas explicaban que el reconocimiento figurativo de lo representado en una obra de arte era solo una distracción para los sentidos, los cuales, sólo deben de concentrarse en la manifestación pura de sensibilidad.
Tenía la ambición de encarnar la esencia misma del arte. Abandonar todo subjetivismo y emotividad del artista, así como la mimesis naturalista del arte predecesor en aras de una nueva sensibilidad.
¿Pero cómo puede materializarse la sensibilidad pura? Planteaban que el único camino para lograrlo era mediante la utilización de una obra que solo contenga forma y color. La forma entendida como unida mínima de composición y la utilización de una economía cromática básica. El artista debía de alejarse de la naturaleza, crear una nueva realidad independiente con sus propios conceptos y elementos de definición.
Malevich pensaba que el mundo exterior no era de ninguna utilidad para el artista. La pintura es entonces el arte de descubrir analogías visuales para los valores de la consciencia, tanto de experiencias conscientes como inconscientes.
La propuesta formal del suprematismo se basa en dos elementos básicos, la forma definida en planos geométricos y el color. En donde no existe un punto de fuga o una perspectiva, ya que ésta se ubica en el infinito.
Esta situación permite tener dos lecturas del mismo cuadro. Si se coloca en horizontal o en vertical la composición siempre resulta estática, pero si se rota en diagonal se convierte en dinámica con el simple hecho de cambiar el punto de vista de cómo se accede a la pintura. Lo estático y lo dinámico, resaltados por el color y por la forma constituían el contenido de la pintura suprematista.
Rodchenko, decía al respecto que: «Después de rechazar el objeto y el tema, la pintura sólo se ha de preocupar de las cuestiones que le son propias, las cuales al desarrollarse sustituyeren en gran parte al objeto y su interpretación, resultando ambos excluidos de la pintura.
En 1918 aparecería un pequeño cuadro de 80 x 80 cm que cambiaría la historia de la pintura occidental, y el máximo aporte a la misma por parte de Malevich: “Cuadro blanco sobre blanco”.
Malévich llegó a este cuadro tras un serio y profundo esfuerzo técnico-filosófico, después de recorrer y explorar con los estilos pictóricos más relevantes de su época, hasta llegar a la culminación de un proceso dialéctico entre la abstracción y la figuración.
“El proceso de sublimación de los distintos elementos que aparecen en éste cuadro, son la cúspide selecta, escogida y depurada de una trasgresión de los límites pictóricos del momento en que la vieron nacer, creándose un antes y un después de su aparición pública en 1918. La frontera figurativa en la que hasta entonces aún el arte abstracto inaugurado por Kandinsky se veía atrapado, fue traspasada en ‘Cuadro blanco sobre blanco’ ”
Hay varios elementos que hay que tomar en cuenta en esta obra, el concepto del tratamiento de la superficie totalmente plana, donde por primera vez se trabaja el área total de lienzo por medio de un tratamiento único a base de un mismo pigmento, sin recurrir a ninguna retórica, forma, fondo o figura. En este caso, el límite real de la composición se establece con las dimensiones del lienzo.
Elementos que están en el mismo plano que el fondo, de manera que no existe tal dicotomía, el proyecto se trabaja sobre una superficie única, sin profundidades.
Nos enfrentamos ante una obra mística, donde el autor por medio del color blanco, busca ahondar en la problemática de la nada y su infinitud. La ideal del vacío y del desierto tan relevante en la conciencia suprematista. Se trata de una Nada heraclitiana, que fluye en el devenir espacio-temporal de una superficie-plano relativista sin arriba ni abajo, ni fondo ni perspectiva u objetos que den sensación de profundidad, haciendo de todos sus puntos un todo nadificado.
“La conciencia en esta superficie-plano sin referencias, donde el espacio-tiempo confluyen con el movimiento simbolizado por la inclinación del lado del cuadrado, presiente su pureza y grandiosidad sin verse depositada en los objetos de una realidad que la ata a sus sentidos, pudiendo navegar sin cadenas intuitivas en la profundidad de la obra donde se encuentra así misma a través del goce estético y sublime coincidiendo el yo con el no-yo del idealismo trascendental fichtiano”.
Después de este período, al considerar que ya no podía llegar más lejos en sus investigaciones estéticas, abandonó la pintura para dedicarse a la enseñanza y a la escritura, para exponer sus ideas sobre el arte.
Hizo bien en alejarse de la pintura después de haber condensado y conceptualizado la historia de la pintura occidental en un solo cuadro, a fin de cuentas ¿Qué más se pudo haber pintado después de un cuadro blanco sobre un fondo blanco?