Sobre la transestética y el nacimiento de los “bad boys” del arte.

transestetica

«Cuanto menos ocupada está la fuerza humana, más tiende al exceso».
Balzac, Traité des excitants modernes. s.d.

A partir del nihilismo surgido por las guerras mundiales, el acelerado crecimiento del capitalismo, la cultura de masas y el consumismo desmedido fue el caldo de cultivo perfecto para la caótica década de los setenta. Sería el inicio de las ultravanguardias, las que aún siguen en curso en la actualidad, y el nacimiento de los bad boys del arte.

El arte en todas sus manifestaciones sufre un radical cambio de concepción. Se afianza sobre estética provisional y experimental en cuanto a fundamentos, que tiende a la estetización del mundo tal y cual se presenta, teniendo como filtro ontológico la ética blanda y como temática recurrente la banalidad del mundo contemporáneo.

El perfil del súper hombre nietzscheano avanza para convertirse en el sujeto de la sobrexposición. Un sujeto que dejó de creer en “los grandes relatos” que organizaban la vida moderna (Lyotard) y que él mismo termina desacreditando culturalmente a consecuencia de la revolución informática, situándose así, en palabras de Baudrillard, en el éxtasis de la comunicación de lo obsceno.

Esta nueva modalidad estética ya no se entiende con una simple lectura canónica referencial sino que se decodifica por medio de dicotomías contradictorias y tentativas. Según Baudrillard, con el ensanchamiento del campo estético y la gran calidad y cantidad de medios tecnológicos se está ahora en el éxtasis del arte y de la inspiración creativa: “a través de los media, la informática y el video todo el mundo se ha vuelto potencialmente creativo”. 1

Aparecen de forma virulenta infinidad de propuestas que fluctúan entre lo ultra estético, el antiarte o lo infra estético, por lo que es inútil buscar coherencia o afiliación a alguna corriente estética antes conocida.

“Con el minimal art, el arte conceptual, el arte efímero, el antiarte, se habla de la desmaterialización del arte, de toda una estética de la transparencia, de la desaparición, de la desencarnación, pero en realidad es la estética la que se ha materializado en todas partes bajo una forma operacional”. 2

Una de las estrategias recurrentes de esta nueva sensibilidad es la estetización generalizada por la cual se libera de cualquier forma, concepción estética o estilo. Así mismo se mezclan todas las culturas y las formas de la anticultura.

El occidente se ha encargado de mercantilizar al mundo incluyendo al arte, el cual aparece como una semiurgia de todas las cosas; a través de la publicidad, los medias, hasta lo más marginal, obsceno o banal se estetiza, se culturaliza y, finalmente, se museifica.

“La estetización del mundo ha sido tan virulenta que la única estrategia remanente es la de la seducción, el juego vacío y persuasivo de las apariencias, en el que la crítica pierde su fuerza y la complacencia y la fascinación se adelantan”. 3

En una sociedad que se sacia dentro de un mundo de simples apariencias sin profundidad, en un nivel puramente visual, mediato y sin profundidad (como sucede en la pornografía), se pierde el deseo de la ilusión en aras de la hiperrealidad y una seducción blanda, entendida ésta como la reproducción infinita de formas sin contenido, un juego de apariencias superficiales, desnudas, obscenas.

“La mayoría del arte juega a apropiarse de la trivialidad, del residuo, de la mediocridad como valor y como ideología. Reivindica la nulidad, la insignificancia, el disparate, aspirar la nulidad cuando ya es de hecho nulo”. 4

Estas cuestiones estéticas se ubican dentro del sentimiento de lo sublime situando el discurso más allá de la belleza clásica, de la indiferencia o del placer estético.

Una vez que el artista se libera de las categorías de lo bello o de lo feo, y sus respectivas obligaciones, se multiplican las posibilidades, ya que en cierto modo se puede trabajar en lo más bello que lo mismo bello, o lo más feo que lo feo (el bad, el worse o lo kitsch) es decir, la fealdad a la segunda potencia. Trabajar más allá de la misma realidad, es decir, ser hiperreal.

Las nuevas piezas artísticas que aparecen en este periodo entablan un diálogo sin referencias y sin contexto, sustituyendo la vida misma, imitándola en sus niveles más superficiales.

“Son impactos fragmentarios, no contextualizados, aventuras epidérmicas que no implican transferencia de saber, sino simulaciones de conocimiento por vías emotivas. Adquieren así un aspecto fantasmal, de fascinación caótica… Juega con esa lógica de simulacros hasta el final, es decir, hasta presentarlos irónicamente como lo más real de todo. Llevada hasta su punto de saturación, la lógica de los simulacros se convierte en anarquismo estético”. 5

Como manifestación cultural, el arte transestético está lleno de modalidades e ismos de diferentes manufacturas y contenidos muchas veces contradictorios entre sí. Esta nueva generación no tiene limitantes conceptuales ya que al parecer ‘todo se vale’, y los artistas se aventuran en campos multidisciplinarios que originalmente no estaban considerados dentro del High Art. Lo difícil de acotar de esta situación son las tendencias en prematura cocción con artistas jóvenes y en evolución, incluso, algunos con pocos años en la escena del arte.

Se entiende que el arte debe despojarse de lo humano para obtener intensidad a partir de un placer puramente estético. Percibiendo así la belleza propia del arte sin ninguna máscara de represión vanguardista, didáctica o social.

El objetivo primordial es reconstruirles nuevos significados a un público al que se le ha enseñado a ver la obra artística dotada siempre de un significado fijo e inmutable.

Que se puede esperar de una sociedad que pasó de ser testigo del fin de la modernidad (y sus relatos profundos), a presenciar el nacimiento de la era del éxtasis de la banalidad. Hay que aprender que la poesía, por lo menos en la actualidad, no es ya simplemente bonita o halagadora, sino sublime y visceral.

Para entender un poco el momento histórico y las propuestas estéticas se analizará la obra de varios chicos malos del arte, de los irreverentes años setenta donde reinaba la pluralidad, la apertura y la exposición de las vanguardias en el arte. Basta echarle un vistazo a gente como Richard Prince, Paul McCarthy, Mike Kelley, Robert Gober, Chris Burden o Bruce Nauman, para saber de lo que se está hablando.

1 Jean Baudrillard, Pantalla total, Colección argumentos, Anagrama, Barcelona, 2000, P. 22.
2 Ibid. p. 23.
3 Neil Leach, La an-estética de la arquitectura, Gustavo Gili, Barcelona, 2001, p. 143.
4 Jean Baudrillard, El complot del arte, Colección argumentos, anagrama, Barcelona, 2000, p. 45.
5 Alejandro Llano, La nueva sensibilidad, Espasa universidad, Madrid, 1998, p. 114.