Sobre la ampliación del MoMA.
En días pasados, el 10 de enero del año en curso, Nueva York se vistió de gala al anunciar que el Museum of Modern Art (MoMA), estrella de su ciudad, tendrá una ampliación importante duplicando su área de exposiciones. La noticia es estupenda para todos los amantes del arte contemporáneo.
“El nuevo diseño, que debe añadir unos 40 mil metros cuadrados de nuevas galerías y espacios públicos, además de abordar el considerable problema de la congestión del MoMA, integrará el edificio actual con dos sitios hacia el oeste del recinto: tres pisos de una torre residencial, diseñada por Jean Nouvel, y el sitio del antiguo American Folk Art Museum”. [1]
Todo va muy bien hasta que reflexionamos que no hay terrenos disponibles en las colindancias del edificio, entonces ¿hacia dónde va a crecer el museo? La repuesta es demoliendo el pequeño American Folk Art Museum que colinda con la actual librería del MoMA.
Es indudable la impresionante colección, la más importante de arte contemporáneo en el mundo, los cientos de programas, becas y colaboraciones artísticas que generan cada año, así como su innegable influencia en el mundo del arte, pero ¿se vale derrumbar un pequeño museo para construir otro?
El sentimiento debe ser similar al del dueño de la tiendita de la esquina cuando se entera que Walmart llega a su colonia. Frustración, impotencia, enojo, ira y sobre todo resignación de estar frente una batalla que no se puede luchar.
El primer punto a debatir es el valor del patrimonio construido en una ciudad. En ocasiones parece que el progreso, la mayoría de veces mal entendido y aplicado, es la justificación válida para acabar con un parque, una reserva ecológica o un edificio histórico, y dar paso a una nueva vialidad o un estacionamiento.
Es de todos sabido la voraz cultura consumista en los Estados Unidos, la idea del úsese y tírese. Sólo America se puede dar el lujo de destruir un museo con una inversión millonaria y trece años de existencia para que uno más poderoso se expanda.
En el tema arquitectónico se puede destacar el valor del American Folk Art Museum con una escala más humana: el detalle cuidado con cariño, casi como hecho a mano por un artesano, un museo modesto pero interesante, contra la propuesta altamente mediática de Diller Scofidio + Renfro: con un mayor presupuesto, un programa más extenso y toda la atención detrás.
¿El fin justifica los medios?, ¿el bien mayor siempre se antepone al menor? Son preguntas éticas que nos vienen a la mente. En primer lugar es difícil saber si el arte contemporáneo debe de ser preponderado sobre el arte nativo de un país. En lo personal, creo que ambos tienen cabida, valor propio y sobre todas las cosas no se encuentran en el mismo plano de comparación. Con leer un poco sobre historia americana sabremos a qué le darán más valor; lo poco con lo que cuentan actualmente lo tienen encerrado en sus famosas reservas autóctonas.
La realidad es que el arte, como la cultura en la mayoría de los países, es del interés de unos pocos. La mayoría de los turistas, mas no los viajeros, van a los museos porque es un punto más de su Foursquare, porque está de moda o porque sería una muy buena foto para Facebook.
Mi recomendación es que conozcan ambos museos, antes de la extinción prematura de uno de ellos, y creen un juicio a partir de su visita. Lo más preocupante es que el posible derrumbe de un edificio ha destapado muchos demonios de nuestra forma de vida contemporánea. ¿Quién iba a pensar que el derrumbar un pequeño edificio iba ser la causa para atisbar algunas de nuestras carencias como sociedad?
[1] Nueva York: Demolerán museo de gran valor arquitectónico para ampliación del MoMA vía www.archdaily.mx. 10 de enero de 2014.