Mark Tobey
“He buscado un mundo unificado en mi obra y utilizo un vórtice móvil para conseguirlo”.
Uno de los artistas catalogados dentro del expresionismo abstracto Norteamericano, incluido dentro de los “pintores místicos del Noroeste” con una obra bastante interesante y muy poco conocida.
Con una infancia estándar en el noreste de Estados unidos, nada de historias desgarradoras como otros artistas, vivió básicamente en su primera etapa de vida en Wisconsin, Chicago y New York.
La primera guerra mundial afectaría mucho su forma de ver la vida en general, crearía un fuerte rechazo a todo lo occidental inclinándose por las culturas orientales como una alternativa más coherente con lo que sentía en ese momento.
A partir de éste sentimiento se adentró en la caligrafía china, la pintura Zen y la poesía Hai-Ku, en una primera etapa, que después complementaría en su lenguaje pictórico con la escritura Persa y árabe.
En 1918 se convierte al bahaísmo, religión de origen persa que establece como su misión fundamental el preparar el camino para ‘aquel al que Dios ha de manifestarse’, el que fue prometido en las escrituras sagradas de todas las grandes religiones del mundo. Con esta decisión, a la mitad de su vida, sería el final del proceso de transformación interna de Tobey y el inicio de la obra más importante que lo ha destacado en la historia del arte.
Desde sus inicios con fuerte influencia del expresionismo abstracto, complementó su trabajo con la inclusión de la técnica de la caligrafía oriental dentro del mismo dotándolos de una expresividad contundente.
En su obra la profundidad se consigue mediante la superposición de múltiples líneas blancas sobre superficies predominantemente obscuras. Se olvida de la perspectiva tradicional, del fondo y la figura y la jerarquización utilizada en la pintura clásica.
Mark ideó un nuevo término para condesar y definir su arte, la ‘escritura blanca’ que resultó ser el mejor y más vivo precedente de la técnica desarrollada por los artistas del expresionismo abstracto, el drip-painting.
Se dice que Tobey fue la figura clave en el despertar de Jackson Pollock hacia esta nueva forma del expresionismo abstracto, a mi forma de ver las cosas, la obra occidental más interesante del siglo XX.
Como dice el dicho “Nadie sabe para quien trabaja”, Tobey fue el orquestador de los principios de la pintura gestual del expresionismo abstracto, que a su vez catapultó a Pollock como la gran figura del expresionismo norteamericano. Dejándolo a él un poco olvidado por sus compatriotas. Claro que también Pollock recibió los favores de Peggy Guggenheim que en definitiva incrementó el costo exponencialmente de sus obras. Quien sabe que hubiera pasado si Tobey hubiera tenido mejores mecenas.
Ambos valiéndose del Overall en la pintura, aunque con diferentes matices e intensiones, Tobey cubre la superficie con múltiples capas de finos signos caligráficos que con los años se hacen cada vez más abstractos e inteligibles, convirtiendo sus cuadros en grandes nubes cromáticas llenas de misticismo y una fuerte propuesta contemplativa.
“La pintura de Tobey es de marcado sentido religioso, inspirada en el culto oriental Baha’i, que demanda la concentración meditativa y el ensimismamiento. Es sutil y refinada, de una espontaneidad nada mecánica y, aún menos, violenta; vamos: en las antípodas del expresionismo. Posee la delicadeza y el ritualismo de un Wols o un Michaux, cuyas respectivas caligrafías sugieren más que descargan.”
En 1952 el director Norteamericano Robert Gardner realiza un documental muy interesante sobre Mark Tobey. Donde trata de mostrar no solo la cara del artista, además se adentra al movimiento efervescente del arte americano, quizá el periodo más prolífico e interesante que nos ha dado el país de las barras y las estrellas.
De su obra vale la pena revisar su trabajo de la época de Broadway de 1935, las series meditativas de los cincuenta, las tintas sumi, y en definitiva los grandes lienzos de los sesenta y setenta con su caligrafía blanca.
Siempre con un perfil bajo y una vida sencilla ad hoc a las disciplinas orientales, al encontrar su modo de expresión estético nunca se apartó de él. En 1960 apartado del mainstream se trasladó a vivir a Basilea donde pintó hasta su muerte en 1976.