La Deshumanización del Arte

José Ortega y Gasset – Valerio Bozal

Impopularidad del arte nuevo.

Guyau, intentó estudiar el arte por los efectos sociológicos; tarea que nunca pudo llevar a cabo, ya que los efectos del arte son algo tan intrínseco a la esencia estética, que no se ve como partiendo de ellos se puede penetrar en la intimidad del artista.

Ortega, comienza a hacer su análisis a partir del arte Europeo de su época, en contrapartida con el arte clásico, que él lo denomina Romanticismo.

Empieza con una de las afirmaciones más fuertes de su análisis estético: “Todo el arte joven, es impopular”. Aclarando los términos no popular e impopular. El estilo que innova tarda algún tiempo en conquistar la popularidad; no es popular pero tampoco es impopular.

El arte nuevo tiene a la masa en contra, y siempre la tendrá. La designa como impopular más que no popular. Éste nuevo arte, divide al espectador en dos polarizados grupos: la porción mínima, formada por u reducido número de personas que entienden; y otro grupo formado por la mayoría que no entienden – ni entenderán nunca – y les es Hostil.

El arte se presenta como un poder social que crea dos grupos antagónicos, que genera dos castas diferentes de hombres. Todo el arte, históricamente, suscita divergencias: a unos les gusta, a otros no. Pero en el caso del arte contemporáneo, la disyunción se produce en un plano más profundo, va mas allá del simple gusto. No se trata que a la mayoría no le guste, lo que sucede es que la mayoría, la masa, no le entiende.

Lo característico del arte nuevo, es que divide a los espectadores en los que entienden y los que no. Esto implica que unos tienen un órgano de comprensión negado, los ‘otros’ en cambio son otra especie de hombres, los que si lo poseen.

El arte nuevo no es para todos los hombres, ve dirigida a una minoría dotada. Cuando a uno no le gusta una obra de arte, pero la ha comprendido, se siente superior a ella y no hay lugar a la irritación. El disgusto que la obra causa nace de que no se le ha entendido, el hombre en este caso se siente humillado, por la conciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de sí mismo frente al objeto artístico.

Esto es radical, ya que no se puede hacer éste el arte después de 100 años de halago omnímodo a la masa y al pueblo. Habituada a predominar todo, la masa se siente ofendida en sus ‘derechos del hombre’ por el arte nuevo, que es una arte de privilegio, de nobleza artística.

Durante siglo y medio la masa ha pretendido ser toda la sociedad, deben de reconocerse como “sólo pueblo, mero ingrediente de la estructura social, inerte materia del proceso histórico; factor secundario del cosmos espiritual”. El arte joven, contribuye a que los mejores se conozcan y se reconozcan entre la gris de la muchedumbre y aprendan su misión, que consiste en ser pocos y tener que combatir contra la muchedumbre.

Tendrá que llegar el tiempo en que la sociedad, desde la política del arte, volverá organizarse, según es debido en dos clases: el de los hombres egregios y los hombres vulgares. Bajo toda la vida contemporánea late una injusticia profunda e irritante; el falso supuesto de la igualdad real entre los hombres.