Amour

Cuando llegas al Cineforo de la U. de G. y descubres que hay una fila que llega hasta la avenida Enrique Díaz de León sabes que algo extraño está pasando. Un cine, el único en esta cosmopolita ciudad de Guadalajara que proyecta cine No comercial, habituado a la soledad de veinte personas y trescientas butacas de compañía, ahora con gente sentada en el pasillo y parada en la parte posterior, insisto algo extraño estaba pasando.

El motivo, la última cinta de Michael Heneke de la cual se hablan maravillas y viene nada menos que con la palma de oro bajo el brazo. Para las ‘minorías cinéfilas’ de la ciudad Hanake como Lars von Trier son un pretexto exquisito para abarrotar al cineforo.

La película como se esperaba una historia tierna, desgarradora, cruda, visceral, impecable, llena de amor y sufrimiento como la vida misma. El director no pierde su estilo, recordando su anterior y premiada entrega Das Weiße Band donde nos golpea con otra historia cotidiana perturbadora.

Amour es una cita prácticamente perfecta. Una historia sencilla y cotidiana que es llevada impecablemente sin caer en ningún cliché o agujero emocional barato. La realidad que a todos nos alcanzará algún día, la enfermedad, la vejez y la soledad misma. Nos encontramos con una verdadera historia de amor perfecta con el verdadero final de ‘amor’ al que huimos mentalmente que al final se convierte en ternura, sufrimiento, compasión, desolación, enfermedad, incontinencia, alucinación y quizá en eutanasia también.

Con mucha maestría nos demuestra que el cine no necesita mucho para ser bueno, basta de una buena dirección, actuación y un guion que los sustente. México tan lejos de dios y tan cerca de Hollywood nos tiene acostumbrados a los derroches de efectos especiales, actores plásticos, situaciones comunes y refritos de refritos. Que pocas veces nos conmueven o nos dejan algo valioso en nuestras vidas.

Amour solo necesitó de una locación, dos actores veteranos octagenarios y un par de actores de reparto. El resultado una joya del cine contemporáneo que nos conmueve y nos pone a reflexionar sobre la vida misma.

Por último solo queda por agregar una frase a este torbellino de emociones, “larga vida al cine europeo”.