Robert Gober, esculturas de la sexualidad fragmentada.
Artista norteamericano nacido en Wallingford, Connecticut en 1954 catalogado dentro del arte conceptual y el neo expresionismo Americano. Estudió arte y literatura en la universidad de Middlebury en Vermont y la Tyler School of Art en Roma.
Se traslada a Nueva York desde 1976, ciudad donde radica hasta el día de hoy, donde se haría famoso y donde expone por primera vez su trabajo. El inicio de su carrera profesional no es precisamente haciendo arte, pero si ligado a él. Trabaja como carpintero haciendo bastidores para lienzos y pedestales para esculturas, además renueva departamentos y construye casas de muñecas.
Desde pequeño se interesó en la pintura se visualizaba como un pintor, seria la influencia de los maestros de la época principalmente Donald Judd, Carl Andre y Joel Shapiro que se inclinaría hacia la escultura. Ha hecho algo de fotografía, pero en definitiva la escultura es la que le ha dado notoriedad en el mundo del arte.
Artista abiertamente homosexual defensor y propulsor de los derechos pro gay desde el mundo del arte. Con una crítica seria y contundente se ha convertido en un referente del mundo del arte.
Parte de la exploración de la topografía del cuerpo humano, del cuerpo roto, de la mortandad y de la sexualidad tras el surgimiento del sida y su efecto en la sociedad de la década de los ochentas.
A partir de la crisis del sida parten para transformar los fetiches sexuales del deseo heterosexual y transformarlos en sentimientos de abandono, de duelo y de melancolía homosexual.
Desarrolla su arte como una “re-experimentación de un trauma” como la representación sintomática de un acontecimiento traumático en el cual el objeto artístico se convierte en la catarsis o el exorcismo de los demonios internos que habitan en el sujeto.
El tema recurrente en sus primeros trabajos eran los objetos de uso común, objetos domésticos como lavamanos, puertas, camas que eran elaborados meticulosamente con una estética hiperrealista a mano. Comenzó con la pintura, cuadros que representaban escenas domésticas sin más ni menos, después comenzaría con la escultura con la misma temática.
“Instalaba sus lavabos en pares inconexos que semejaban parejas o combinaba un par para formar un único objeto, como si de siameses se tratara. Alargaba los lavabos, los combaba, jugaba con ellos, y con estos cambios pronto empezaron a parecerse más a mutaciones genéticas que a simples reproducciones”.
Como si se trataran de objetos animados en una estética infantil, un poco a la versión de la bella y la bestia de Disney, los objetos parecen incluso graciosos. Es el caso del Silent sink (1984) que no pose orificio de desagüe, o el Silly sink (1985) que tiene una dimensiones exageradas o el Sad sink (1985) que con sus perforaciones simula una típica cara triste.
Posteriormente realiza serie de camas y cunas de bebes, realizadas en madera y pintadas con esmalte blanco, que incluían su ropa de cama, almohadas, holanes y demás. Algunas modificadas geométricamente o con ligeras inclinaciones que las vuelven funcionalmente inoperantes. Cuestionando así el tema de la formación de la personalidad del sujeto, “Las limitaciones y las expectativas se imponen tanto rigor que el curso de toda la vida, sus experiencias, sus preferencias y su destino final provienen de un supuesto rígida que se debe cumplir a toda costa”.
Es el caso de social Blond (2004) una cuna abierta por un extremo que cuestiona el límite de la libertad de la persona desde su nacimiento, el cual es catalogado dentro de las normas establecidas por la sociedad, al igual que los patrones sexuales de comportamiento de su género sin dar lugar a cualquier desviación posible. El contrato social firmado al nacer no deja resquicio para una elección libre, cualquier variación a lo establecido siempre generará miradas prejuiciosas.
“Las Camas son objetos que complementamos con nuestros propios cuerpos, objetos que de una forma u otra nos transforman. Como la pila que pasa de los sucio a lo limpio, las camas nos convierten de conscientes a inconscientes y vuelven sueños nuestros pensamientos racionales; y las puertas nos transforman en el sentido de llevarnos de un ámbito a otro”.
Michael Foucault nos introduce en el término “sexualidades periféricas” donde explica que cualquier aspecto que se distancia del concepto heterosexual normalizado se califica como negativo o ilegítimo. De esta forma Gober cuestiona los límites de la sexualidad con objetos cotidianos atípicos, como mingitorios en forma de “y” o en diagonal, lavamanos con varias perforaciones o cunas triangulares. ¿Cuál es su sexo, su género, sus deseos, sus prácticas de las personas que utilizarían estos objetos? ¿Quién va a encajar en algo tan raro o disfuncional?
En definitiva las series más provocativas e interesantes a mi juicio son las piezas en resina de partes del cuerpo humano siempre masculinas que aparecen siempre por secciones adosadas a un muro o a un objeto con una estética hiperrealista que eriza la piel.
A menudo estas piezas tienen algo de ropa, pentagramas tatuados, velas, tubos o perforaciones que evocan las intrincadas relaciones del arte con el deseo sexual y la muerte. Su arte siempre parte del recuerdo y del trauma, como cita el artista: “la mayoría de mis esculturas han sido recuerdos rehechos, recombinados y filtrados por mis experiencias actuales”. Reelabora la estética surrealista del deseo fuertemente inclinado a lo heterosexual, hasta convertirlo en un arte de la melancolía o el duelo con un tinte gay: “El arte de la pérdida y la supervivencia en los tiempos del sida”. “Para mí la ciudad de Nueva York la muerte a tomado la delantera temporalmente a la vida”
Entre sus últimas piezas presentadas destaca la polémica exposición de su obra sin título, 1995/97, donde se representa a una Virgen de cemento, flanqueado por dos maletas de la era de la Depresión de 1929. En la parte posterior una la escalera de madera con una cascada de agua y una cloaca subterránea corre por debajo de todo. O que decir del Crucifix Detail, crucifijo de cemento sin cabeza colocado en unapseudo-capilla en una instalación del 2005 en la Matthew Marks Gallery. Una obra maestra que se echó encima a muchos grupos de ultraderecha del país.
“Gober está a la vanguardia de una generación que surgió en la década de 1980 e ideó nuevas formas de fusionar lo personal y lo político, lo accesible y lo misterioso. Su arte es a veces sutil protesta, a veces furiosos en contra de lo que podría llamarse ilusiones de normalidad, los prejuicios sexuales, raciales y religiosas estos delirios engendran son examinados en su punto de origen, la casa de la infancia”.
Robert Gober retoma la tradición del Ready made de Duchamp pero de manera artesanal, donde cada objeto sin importar la escala es elaborado, pintado y moldeado a mano por él o sus colaboradores rescatando la tradición renacentista del objeto artístico.
Además reivindica y refresca a la escultura contemporánea, la incorporación de temas humanos olvidados por su predecesores que apelaban al racionalismo y la geometría, Gober le da un giro completamente introduciendo temas carnales, sexuales, el deseo y lo homosexual, la nostalgia y la infancia perdida que nos recuerda que estamos vivos.
En cada una de sus piezas resalta la lograda estrategia de apropiación que Gober utiliza por medio del kitsch, donde se apropia de conceptos cotidianos, mundanos y religiosos para sorprendernos una vez más.