Desde mi cielo…
- Uncategorized
- mar 27, 2013
- 1 comentario
Pensé que éste sería el mejor día de mi vida. Por fin, recibiré el reconocimiento por el cual he trabajado todos los días desde que tengo uso de razón: el premio Pritzker.
Es extraño que este momento lo había soñado e idealizado tantas veces que me aburre el solo pensar que le tengo que contar a alguien de uno en uno. Lo que sí es que nunca imaginé esta posibilidad. Se me adelantó la muerte.
Es chocante pensar (y lo he dicho miles de veces hasta el cansancio) ¿Para qué hacen los reconocimientos póstumos? ¿A quién le importan si el interesado ya está muerto? Por lo menos deberían de hacer criptas con un lugar donde uno pueda almacenar sus trofeos, digo, no es que tenga yo muchos, pero por lo menos debo de tener alguno de la primaria que puedo guardar ahí, a fin de cuentas a todos los niños les dan ‘algo’ aunque sea de consolación.
Esto si que es mala suerte, ¿Porqué no me morí un día después? O por lo menos un mes antes y así no me hubiera enterado de lo de mi premio (También no debería la nueva casa en la playa que me ‘gasté’ por adelantado el premio, un mal muy mexicano creo). Aunque pensándolo bien ¿Ni modo que muerto me cobren lo que debo?, a ver donde me encuentran los del banco. Bien dicen que ni de la muerte ni del pago de los impuestos se salva uno. Quizá si deba de preocuparme entonces.
Por cierto, que mal me ve con ese traje gris y ¿corbata verde? Por Dios, ¡a quien se le ocurre eso! ¿Qué no saben que odio el verde? Que bueno que ya estoy muerto así nadie me criticará.
Y a todo esto, ¿Dónde esta el túnel con la luz al fondo? Yo no he visto nada más que al idiota de mi yerno que se frota las manos, desde hace varios años, por quedarse con mí despacho. Siempre lo he dicho y más desde las alturas de donde se ve mejor, ¡que feo es este ca…!
Veo un desfile de amigos, amigos-enemigos e íntimos enemigos que lloran mi muerte. ¿Será?, ¿Tan querido soy o fui? O como es mal visto en nuestra sociedad no visitar a los muertitos, ni modo de perder el glamour en un evento tan importante.
¡Yo quiero mi premio! Por lo menos métanlo en mi cajón al cabo no es muy grande y supongo que cabemos los dos.
Estaba pensando hace rato que si en verdad nuestra existencia impacta en la vida de los demás, y el que uno ya no esté en este mundo, ¿cambiará las cosas? Si existe un orden o estructura en el universo en algo debemos afectarla o modificarla, ¿O no? Será como en el ajedrez que una pieza sustituye a la otra. Quizá.
Por otro lado, ¿Qué pasará conmigo? digo, no fui tan malo como para irme al infierno, bueno, por eso dije ‘tan’ malo. Por lo menos fui chistoso e hice reír a más de alguno. Me gustaría analizar bien las opciones que tengo porque si el paraíso es como lo pintan, que pereza. Creo que me llevaría mejor con el señor de los cuernos (por lo menos tenemos eso en común).
Y si Platón tiene razón y sólo somos una copia imperfecta de una idea perfecta, o soy la substancia de… ¡Que metafísico me puse!
¿Quién será la persona que mas me extrañe?, ¿O cual será la persona que más extrañe yo?, ¿Dejaré de extrañar algún día?, ¿O de sentir?, ¿Qué se sentirá sentir que no sientes ya?
Creo que la vida nunca es los suficientemente larga como uno quisiera. Es muy humano el querer siempre más. Incluso el suicida quiere siempre un par de segundos más para disfrutar su agonía y tener, como decía Warhol, sus cinco minutos de fama.
Cuando eres pequeño quieres crecer cuanto antes, como que la vida no te sabe igual, es muy insípida cuando se vive bajo el yugo paternal. Al crecer pasa lo contrario, uno quisiera dilatar el tiempo hasta tener el suficiente para perderlo.
Aunque no me puedo quejar con mi vida en lo general, no me fue tan mal. Tuve casi todo lo que quise y por mucho más de lo que en verdad necesitaba. Si fuéramos mas objetivos nos daríamos cuenta que la mayoría de cosas que anhelamos no nos sirven de mucho, más bien nos estorban. Nos alentan en nuestro eterno movimiento.
Siempre perseguimos un fin y ya que lo conseguiste la satisfacción dura muy poco, mucho menos que un orgasmo. Al final te das cuenta que lo interesante no es el final sino el camino que recorriste que fue el que llenó tu vida de significados.
Véanme a mí con mi fabuloso premio que ni siquiera pude recoger, mi dinero que no pude gastar y el viaje a Estocolmo. Me quedé con las ganas de volver a comer albóndigas de cordero.
Pero que lento pasa el tiempo desde aquí arriba, más bien parece que no transcurre. Algo tendré que hacer antes que el ocio me mate o peor aun me vuela loco.
De veras, ¿Qué pasa con uno al morirse?, ¿Qué le pasa a nuestra mente? El cuerpo se pudre de eso no tengo duda, pero ¿Y mi mente?, ¿Dejaré de pensar pronto? ¿O es que ya no estoy pensando y solo creo que lo hago? Dios mío, creo que me estoy volviendo claustrofóbico!
Ahora extraño hasta el ruido del tráfico o el que hacía mi vecino todo los días que odiaba tanto. Es que aquí de plano no se escucha nada o quizá se escucha todo y por eso no distingo nada. Que gracioso es ver una película donde uno es el protagonista. Que cursi es esa idea de que uno es el protagonista de su propia vida, más bien se es un protagonista con una presencia ausente que ni las manos puede meter.
Piensa, piensa… entre que no pasa nada y yo ya me aburrí en algo me tengo que entretener en lo que llega “la famosa luz blanca al final del camino”. Ya sé, me pondré a ver el fútbol, según recuerdo, hoy ha un buen partido.