Bruce Nauman: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”
“El verdadero artista ayuda al mundo a revelar verdades místicas”.
Hablar de Nauman es hablar de las ligas mayores del arte, por lo menos en el tema comercial y mercantil de su trabajo: está considerado en el top five de los artistas vivos más cotizados en la actualidad.
Bruce Nauman es un artista nacido en el profundo medio oeste norteamericano entre miles de tierras de cultivo y muy poco qué hacer. Las estadísticas dirían que era muy poco probable que un artista tan desafiante saliera del The Hoosier State.
Con estudios en Matemáticas y Física en la Universidad de Wisconsin Madison, y Arte en la Universidad de California, habla de una persona bien preparada y con un coeficiente intelectual destacado, lo cual le otorga mayor valor a su trabajo.
En su etapa estudiantil conoce al filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, quien sería una clara influencia y referente constante en su obra. La tesis fundamental del Tractatus [1], el libro básico para entender a Wittgenstein, habla de esta estrecha vinculación estructural (o formal) entre lenguaje y mundo, hasta tal punto que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. A partir de esta idea, Nauman empezará a cuestionar la relación entre el lenguaje y la percepción.
Rico en influencias que van desde la filosofía hasta la música, se siente atraído por el trabajo del dramaturgo Samuel Beckett, del Dadaísmo y del fotógrafo Man Ray, personaje muy ligado a Marcel Duchamp.
La música siempre fue importante en su vida y su trabajo, tal es así que en su comienzo como artista creó, en colaboración con el músico minimalista Steve Reich y la bailarina Meredith Monk, una interesante serie de plataformas musicales, fundamentales en su trabajo posterior con el video.
Muchos críticos consideran que con Nauman se inicia el postmodernismo en el arte. Parte de lo conceptual para construir un lenguaje propio que decanta en los primeros trabajos de body art y videoinstalaciones, siendo pionero en ambas disciplinas.
Tras unos inicios cercanos al body art, empieza a hacer intervenciones con su cuerpo y la influencia de éste con el espacio. El sadomasoquismo y el sufrimiento son elementos constantes en esta etapa de su trabajo. Se despoja de todo, de cualquier objeto material para trabajar únicamente con su cuerpo. En esta etapa recuerda al teatro de la desolación de Beckett.
Su trabajo se convierte en una tautología puesta en el abismo, se representa a sí mismo, de esta forma nunca se agota su lenguaje teniendo muchas posibilidades de experimentación. Vale la pena revisar la serie de Art Make-Up, posturas pared-suelo o performances (1968).
El body art, como plataforma, resulta el vehículo expresivo que más se aviene con el arte conceptual. En esta manifestación artística el cuerpo funge como signo de una comunicación no verbal. El cuerpo es lenguaje y precisa de un espectador, pues su presencia es parte de la obra misma, y sin él, no puede considerarse como una realización “completa”. [2]
Entre 1968 y 1971 comenzó a experimentar con esculturas fabricadas en fibra de vidrio, con ellas estudió el espacio donde se exponía exigiendo una intervención activa del espectador. Con esta serie de trabajos empezó su ascendente carrera en el mundo del arte. Piezas interesantes para ver como: Wax Impressions of the Knees of Five Famous Artists (1966) y Hand circle o hurt wall.
En 1996 introdujo otro elemento clave en sus obras de arte: el neón. Un medio que le sirvió para introducir en sus piezas, inteligentes guiños lingüísticos. También hace una crítica social y política a su época con mensajes simples, irónicos o ambiguos. Es a mediados de los 80 cuando utiliza la luz para poner de manifiesto las contradicciones propias de la condición humana y del mundo que hemos construido en conjunto.
Es el caso de Malice (1980), pieza en la que la contradicción surge entre el significado del concepto “maldad” y su seductora presentación en forma de luminoso reclamo publicitario, llamativo, evocativo e, incluso, con un toque sexual al recordar las luminarias de los centros nocturnos. Este tipo de choque emocional y conceptual es un tema constante en la obra de Nauman.
Obras representativas de este segmento destacan, además de Malice, Floating room (1972), Elusive signs, Sex and Death/Double 69′ (1985), Human Nature (1983) o Carousel (1988).
Quizá la plataforma que le ha conferido mayor público es la videoinstalación, técnica en la que es uno de los pioneros y máximos representantes en la historia del arte.
Javier Maderuelo, crítico de arte, habla al respecto de la obra en video de Nauman: “En la obra de Bruce Nauman cada elemento físico, cada imagen, constituye una referencia semioculta de un pensamiento, problema o paradoja que es representado a través de la obra“.
El discurso que recibe el espectador es siempre fuerte, duro y directo. Tiene tintes autoritarios, violentos y confusos. Normalmente se presenta en espacios reducidos donde el cúmulo de sonidos lo vuelve una experiencia caótica y el espectador se debe esforzar por deshacer la maraña de sonidos que recibe.
Como lo describe en la revista cultural Antrinfa, en 1998, al respecto de una exposición en Nueva York: “Bruce Nauman produce una obra directa y conmocionante, y ante su retrospectiva el espectador sufre una sobredosis de estímulos como si entrara en una clínica en la que todos los pacientes tiene un brote psicótico al mismo tiempo”.
Basta recordar la pieza de feed me/ help me/ eat me/ hurt me presentada en La Documenta, en Kassel (1992), obra que recibía al ingresar al recinto del Fridericianum, donde una serie de pantallas con un sujeto rapado gritaba y lloraba en medio de lamentos las palabras: feed me/ help me/ eat me/ hurt. Una experiencia sobrecogedora, impactante, abrumadora, triste, amenazante, tan inquietante e intensa que pareciera una película de terror.
Otro ejemplo muy conocido en este tenor se trata de Clown’s torture (1987), una desgarradora escena en la que un payaso grita desconsoladamente en una estética casi gore que es difícil de tolerar. Ejemplos similares destacan, por citar algunos, Good boy, bad boy (1985), Public Room, Private Room (1969) o No, no (1987).
Con una carrera larga y fructífera, con muchas plataformas formales y de experimentación, Nauman se ha convertido en un pilar básico de la definición del arte contemporáneo. Se pueden encontrar sus piezas en los principales museos y galerías del mundo, desde el videoarte, la escultura, las instalaciones o el performance, lo que le ha convertido en uno de los artistas más poderosos y de discurso más sólido del siglo XX y parte del XXI.
Pocos artistas logran una retrospectiva de su obra a los 30 años, Bruce Nauman la obtuvo en: Obra de 1965 a 1972. Entre 1994 y 1995; la retrospectiva itinerante, conformada por más de 60 obras, con piezas, en distintos formatos, mostraban la evolución del artista a lo largo de su carrera profesional. Ésta recorrió los museos más importantes de todo el mundo con éxito.
Algunos críticos lo consideran el artista más importante del siglo XXl, su obra se valora únicamente por debajo de Damian Hirts, y no hay museo que rechace una de sus contribuciones.
Su mejor calificativo es hacer un arte ‘contra cultura’ o el mainstream. Su arte no es popular, es difícil de entender, emocionalmente fuerte, visualmente poco generoso e, incluso, grotesco. Tiene una habilidad magistral para enajenar y conmover, a veces aburrido, a veces pretencioso, pero siempre impecable.
[1] Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, trad. Gilles-Gaston Granger, Gallimard, París, février 2001,
[2] Vale la pena revisar los textos de Simón Marchán Fiz sobre Body Art.