CUANDO EL ARTE DEJÓ DE SER UN OBJETO.
“The content of this painting is invisible; the character and dimension of the content are to be kept permanently secret, know only to the artist”.
Art & Language, secret painting, 1967.
Ya en el ocaso de la modernidad en pleno teocidio, se presenta en el arte la crisis más importante de toda su historia y, por consiguiente su reformulación conceptual y un ensanchamiento en el campo estético.
Con el surgimiento del movimiento Dadá a principios de siglo, comienza el cuestionamiento de la ‘magnificencia’ del artista y de la obra de arte clásica en donde el arte era reducida al objeto matérico sobre el cual se realiza la valoración estética y su ‘costo’ mercantil como obra de arte.
Marcel Duchamp, utilizando gestos dadaistas, es el primer artista que introduce objetos cotidianos al campo del arte en sus conocidos ready-made. Esta actitud sería el principio de una serie encadenada de revoluciones conceptuales en el arte a través de todo el siglo XX. El arte deja de ser un objeto que se pueda comercializar y se convierte en una idea.
Siguiendo esta línea de pensamiento S. L. Witt comenta que “la idea es una máquina que genera arte”, entendiendo que éstas pueden implicarse unas con otras para materializar un concepto artístico, de esta forma el arte se reduce al concepto siendo el propio concepto su fundamento, principio y fin como lo afirmaba Joseph Kosuth:
“El arte solo existe por el arte. El arte es la definición del arte. La reivindicación del arte es el arte […] así el arte debe sustituir la filosofía y la religión porque cubre los intereses espirituales del hombre”.
El arte conceptual rompe el límite entre la vida cotidiana y el arte haciendo que cualquier material pueda participar en la experiencia artística, además que reivindica terrenos no artísticos (sociología, lógica, matemáticas, etc.) que participan notablemente en la conceptualización del arte.
Los materiales de la pieza artística pasan a un segundo plano por el hecho de que los significados que asumen son transitorios y dependientes del contexto sociocultural en el que se encuentren situados, éstos sólo se consideran como instrumentos de apoyo.
Y no es que se sacralice la composición material del arte, sino que el artista es consciente que la obra de arte no es el objeto, éste se limita a ser parte del lenguaje formal de la expresión, funcionando como apoyo al lenguaje estético para facilitar la comprensión correcta en el espectador.
Así, el arte deja de estar ‘contenido’ en el objeto que se exhibe en una galería o museo. El arte vale por el arte mismo, por su cualidad de conmover y estimular espiritualmente al sujeto que participa de ella.
Duchamp tiene una obra que ejemplifica este valor conceptual, en la que es el ‘aire’ de París la misma obra de arte, así el objeto artístico pierde esa fastidiosa cuestión mercantil por el simple hecho de que ésta no se puede vender o comerciar.
Aunque el arte conceptual en sus orígenes es de manufactura norteamericana rápidamente se difuminó por todo el mundo siendo una plataforma para nuevas corrientes de ultravanguardia. El arte al no ser ya un ente monolitico ahora se vale de otros elementos para expresarse. Bocetos, apuntes, maquetas y conversaciones suelen formar parte de la exposición. Lo importante radica en el proceso teórico mental del artista, la idea de la que parte el artista -el concepto- es toda la obra de Arte.
Ha sido tan fructífero el arte conceptual que en la actualidad ha definido a muchas corrientes tan dispares entre sí como Land Art, Performance, Happenings, movimiento Fluxus, Body Art o el Process Art. E infinidad de artistas como lo son Walter de María, Richard Long, Gilbert y George, el grupo Art & Lenguage, Weiner, Joseph Kosuth, Yves Klein, Robert Rauschenberg, Piero Manzoni o Gabriel Orozco.
1. Kosuth, Joseph. Sobre el arte conceptual, arts after philosophy and after; Cambrige Massachusetts Institute of Technology, 1991.